La enseñanza del hebreo en Alcalá: la búsqueda complutense de Dios
Tras la edición de la Políglota, pero incluso durante la preparación de la misma, la enseñanza del hebreo se desarrolló de manera muy fructífera en Alcalá. En 1511 dos integrantes del equipo editorial de la Biblia, el helenista Hernán Núñez de Guzmán y el hebraísta Alfonso de Zamora compitieron por la cátedra de tres lenguas (hebreo, “caldeo”, es decir arameo, y árabe) de la Universidad de Salamanca. Ninguno consiguió la regencia completa, pero Zamora alrededor de julio de 1512 firmó su contrato para ejercer la cátedra de hebreo en Alcalá, que desempeñaría con bastante probabilidad hasta 1545. A través de su docencia el teólogo, o el estudiante de Teología, podían acercarse a los textos divinos con una mejor comprensión sobre su sentido original. Los métodos, los objetivos, las destrezas inculcadas y la influencia real (de las tres décadas de la enseñanza del hebreo en la Academia Complutense por el converso zamorano están aún por evaluar. Sin embargo, hay pistas abundantes en sus propios escritos, y en los de sus alumnos que pueden traerse a colación para intentar reconstruir esa faceta fundamental de la vida de la academia complutense en su primer medio siglo de existencia. Tales testimonios se han reunido en esta vitrina.
El magisterio hebraico de Alfonso de Zamora no se limitó a las aulas complutenses. Desde muy diferentes lugares Zamora recibió numerosos encargos para realizar copias manuscritas de textos bíblicos en hebreo y arameo. Copiados para para el embajador inglés Edward Lee (1527), para el claustro de la Universidad de Salamanca (1530), o para Antonio Ramírez de Haro, abad de Santa María de Arvás (1533) estos libros constituyen testimonios fehacientes de la pujanza del hebraísmo complutense en estos años, en una universidad en la que no solo el erasmismo encontró un espacio muy fértil para su difusión. Zamora, el converso invitado por Cisneros para trabajar en la edición de la Biblia seguiría impartiendo sus clases hasta principios de la década de los cuarenta, y su magisterio sería continuado sucediéndole en la cátedra de Biblia por Cipriano de Huerga, maestro a su vez de Benito Arias Montano y de fray Luis de León.